viernes, 7 de junio de 2019

Espejos

Luces extrañas brotaban de entre el velo húmedo de la noche. Sin lentes y con gotas rodeando mis ojos, difícil era reconocer lo que tenía metros al frente. Un paso y aparatos surgieron. Otro más y vislumbré el logotipo naranja. Uno a uno, el ojo tras el televisor me recordaba viejos tiempos: comediasrisas, futbolpasión, telenovelasllanto, telenovelasamor, amor, amor, amor. 
     Auch. Lo siento no te vi. Lo justo, yo tampoco. ¿Eres actriz? Sí, algo hay de eso, ¿has visto mi telenovela? No, hace mucho que dejé la televisión. ¡Dios, qué frío hace! Ven, sube al camión, te acercaremos a dónde te quede. No, mejor ven tú, disfrutemos un poco de la lluvia mientras aún no arrecia. 
     Labios gruesos, nariz estrecha, pestañas largas, pupilas probablemente en tonos artificiales. Mirada profunda y seductora, andar coqueto, apenas un centímetro más de estatura. No entiendo cómo puedes andar sin abrigo en medio de este diluvio, terminarás resfriado. No creas, la lluvia nunca me ha hecho daño; al contrario, funciona como analgésico. Ayuda con los dolores, no físicos, los del alma. Purga los horrores y purifica el espíritu. Wow, escuchar esas palabras es como jamás salir de la pantalla, como si ahora mismo estuviéramos recitando diálogos de algún libreto. 
     El cabello se le pegaba a la cabeza con cada migaja de nube que caía. Cuando se sentía empapada, deslizaba sus manos para exprimir el jugo solar de su organismo. Era particularmente linda, pero no atractiva. Tal vez una especie de prototipo de la fama. ¿Y cómo es la vida en la farándula? Pues... qué te digo, a veces es complicada, no siempre se disfruta. Sobretodo uno entra en conflicto con la identidad. Ya sabes. A veces no sé si quien está hablando es realmente Mariluz o se ve invadida por Teresa, Rosalinda, Claudia. Es una lucha constante. Siento que me olvido de lo que realmente soy y comienzo a reproducir palabras y gustos de un personaje. Tengo miedo de algún día convertirme en un simple papel de teatro o televisión. Bueno, mientras tanto, ¿qué le gusta a la Mariluz de ahora, la que aún no está corrompida? 
     Silencio. Tardó unos minutos, sacó un pañuelo de su bolso para remover el maquillaje, ya desgastado por los golpes pluviales. ¿Me prestas un espejo? No tengo uno. Oh, ven, acompáñame. 
     Caminamos hasta la entrada de un café. El vidrio espejo que nos recibía anunciaba una bienvenida. A veces necesito de un reflejo para no olvidarme de mí. No hay como el retrato de un cristal para la sinceridad. No podemos engañarnos frente a él. ¿Cuántos años dices que tienes? ¿Veintidós? ¡Dios, eres apenas un niño! Mira, ¿lo ves? Esa es Mariluz. Y ahí estás tú. Un pequeño encuentro con la verdad. 
     Tomamos unos minutos para inspeccionar aquél reflejo. Surco a surco, grieta a grieta. Ven, nos merecemos un café. 
     La pizarra gigante nos mostró el menú. Fingí examinarla cuando al fin escuchaba mi voz acompasar con la suya. ¡Un moka, por favor! Me mostró su sonrisa más fiel, sin labial ni brillo. Líneas enraizadas dibujaban una voz compasiva y tenue. Ella sentada frente a mí, seguía hablando de sí misma, completamente convencida de haberse encontrado. 
     Al parecer nadie la había dicho que existen espejos farsantes. Los de un camerino, por ejemplo. 
     Mariluz. Entre destellos y bombillas extraviaste tu reflejo. 
     Mariluz. 
     Mariluz. 
     Llévame contigo. 


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Quiero llevarte al cielo en los brazos de un Agosto sin prisa, quiero sentir la brisa robarle al sol la sonrisa como lo hacía el abuelo...