domingo, 16 de septiembre de 2018

Matar el tiempo (El tiempo que me mata)

Hoy extrañé esa nada que había entre tú y yo,
sutil y callada, sobreentendida y total.
- Mario Benedetti (?)

Tiritaba de frío. Podía verle desde el pequeño espacio que permitían las persianas. 
     Tenía esa rara costumbre de sentarse todas las tardes a las seis con treinta en el mismo banco. Casi siempre había un viento increíblemente helado y casi siempre ella llegaba sin abrigo. Jamás usaba sostén, lo que causaba que por sobre su blusa delgada se marcaran sus pezones, día con día, a la deriva. Resultaba fantástico observar como una especie de campo de energía rodeaba su territorio. Nunca, durante ninguna de las seiscientas cincuenta y siete tardes, apareció acompañada (afortunadamente) y tampoco nadie se acercó siquiera, hasta que se marchaba. 
     Esta tarde era distinta. Esta tarde, tal como hace cincuenta y cuatro días, sentí extrañarla. Era un suceso periódico. Incluso lo tenía apuntado en mi calendario. Como si mi memoria tuviera una especie de etapa menstrual en el que vaciaba todos sus recuerdos, no para dejarlos ir sino para revivirlos, a veces con mayor intensidad. Ni antes ni aún ahora me sentía enamorado. Era una mujer en cuyos mares siempre había peligro y el naufragio era un evento rutinario. No había tiempo para el amor en esas condiciones. No. No era necesario. 
         A veinticinco metros de distancia aún podía ver el tatuaje que marcaba sus clavículas; "El abismo también mira dentro de ti", rezaba. La frase era un acto de prohibición pero también una tentación. Sólo yo sabía por qué estaba prohibido. Sólo yo había arriesgado tanto por la tentación. 
     Di un pequeño sorbo a la taza de té, tomé el celular y presioné los números. 
     Cinco. Cinco. Uno. Siete. Cuatro. Nueve. Dos. Dos. Cinco. Tres.
     El "bip" repetitivo del teléfono sonaba lento.
     ¿Hola? ¿Fernando?
     Hola, Rebeca.
      ¿Sucede algo?
     Supongo que ya lo sabes.
     Jamás he entendido tus palabras mudas. 
     Suspiro.
     Desearía no extrañarte tanto de vez en cuando.
     Silencio. Suspiro. Silencio. Respiro.
     —Irónicamente,  de vez en cuando  yo también te he llegado a extrañar.
     Desconectó la llamada. El "bip" repetitivo del teléfono sonaba lento. Eternamente lento. Como la espera que iniciaba. Como el latido que gritaba. Como la vida que se nos iba. Como el reloj que mataba. 


martes, 4 de septiembre de 2018

Espíritu en ayunas

Nostalgias imperiales
De las pasiones de ayer
De las caricias en furia
De los besos del viento

Te extraño, amada mía;

Mi espíritu está en ayunas
Hace mucho que no ruge
Hace mucho que está hambriento.
Su estómago vacío
Aclama una marcha que alimente,
Sudor que hidrate
Y unos pies cansados
De tanto gritar

Te extraño, amada mía;

Tus silencios
Y las cuentas regresivas
Los cantos
Y nuestra vida nocturna.
¡Vuelve a cantarme al oído!
¡Vuelve para explotar contigo!
¡Vuelve, que nos matan!
¡Vuelve, que la historia se repite

Te extraño, amada mía.
Te extraño, Revolución.







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Quiero llevarte al cielo en los brazos de un Agosto sin prisa, quiero sentir la brisa robarle al sol la sonrisa como lo hacía el abuelo...