Arráncate la oreja.
Mejor las dos.
Revienta tus tímpanos.
Deja que sanen de a poco
con la suavidad de sus palabras.
Sólo debes permitirte escuchar tus pasiones,
tus pálpitos.
Arráncate los oídos
para ignorar los ruidos de fuera;
para que las bocas ajenas callen
al presenciar tu alegría.
Arráncate la oreja.
Mejor la dos.
Porque sólo en tu sordera
podrás escuchar a los dioses;
Beethoven lo descubrió hace tiempo.
Beethoven lo descubrió hace tiempo.
Arráncate los oídos.
Aunque te llamen loca
y no sepan más que gritar
lo que las almas pequeñas no entienden.
Arráncate la oreja.
Mejor la dos.
Porque así te convertirás en Van Gogh,
y tu amor se volverá
el arte que pocos comprenden,
el arte que pocos comprenden,
pero que sin duda añoran.
Arráncate la oreja
por favor.
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